Por Vianey Mejía


El 8 de marzo es una fecha que celebra la fuerza de las mujeres trabajadoras y su existencia como agente político de cambio

La historia de este día se remonta a las protestas de las obreras textiles de Estados Unidos de Norteamérica que tuvieron lugar desde el año 1853, de manera mixta, y desde 1857 se conformaron exclusivamente por mujeres.

Motivadas por el movimiento sufragista norteamericano que abogaba por la igualdad entre hombres y mujeres, las trabajadoras protestaron por tener mejores condiciones laborales y un sueldo igualitario respecto a sus compañeros varones, pues ganaban apenas la mitad que ellos, por el simple hecho de ser mujeres y ser consideradas menos productivas.

A la par, las luchas obreras y sindicalistas del periodo empezaron a pronunciarse a favor de las demandas de las mujeres trabajadoras. En 1910 Clara Zetkin, política alemana, fue quien propuso en una asamblea general que se celebrara un Día Internacional de la Mujer, como reconocimiento a sus luchas.

Fue entonces que el 19 de marzo de 1911 se celebró en Europa el primer Día Internacional de la Mujer mediante mítines callejeros.

Unos días después, el 25 de marzo de 1911, un suceso marcó al movimiento de mujeres obreras: la fábrica de camisas “Triangle Shirtwaist” en Nueva York se incendió, lo que ocasionó que las protestas tomaran más fuerza en la exigencia de mejores condiciones laborales, ya que alrededor de 125 mujeres murieron en dicho incendio al no contar con una estructura adecuada que les permitiera ponerse a salvo o simplemente salir. Quedaron atrapadas.

La presión política de las manifestantes logró que en ese país se modificaran las leyes a favor de los trabajadores de las fábricas.

Al otro lado del planeta, las mujeres rusas, motivadas por sus compañeras norteamericanas, retomaron la huelga “Pan y rosas” que tuvo lugar en Lawrence, Estados Unidos, en 1912, una de las primeras organizaciones que alentaba a las mujeres a ocupar puestos dirigentes. El pan simbolizaba el salario justo, y las rosas obtener mejores condiciones de trabajo y una vida digna. Con el lema “Pan y paz”, las trabajadoras rusas resignificaron el carácter de la huelga norteamericana, dado que sus exigencias particulares estaban basadas en los estragos que la Primera Guerra Mundial estaba teniendo en sus vidas. Recordemos que además de las muertes y el hambre que trae consigo una guerra, ésta afecta el cuerpo de las mujeres de maneras muy particulares, pues son vistas como botín de guerra por los bandos enemigos y suelen ser ultrajadas sexualmente.

Estas manifestaciones por la paz encabezadas por mujeres, se llevaron a cabo hasta 1917 cada año desde el 23 de febrero de 1913 (según el calendario ruso y el 8 de marzo según el calendario que usaba el resto de Europa). Aunadas a las luchas de todo el pueblo ruso en general, se consiguió la abdicación del zar Nicolás II y el derecho al voto para las mujeres del país, puesto que se hizo evidente la importancia política de las mujeres cuando se unen por sus derechos.

Si bien es hasta el año 1975 que la ONU retomó esta historia y declaró de manera oficial el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, nosotras lo celebramos porque festejamos el ímpetu, la resistencia y fortaleza de las mujeres del planeta como factor social de cambio para un mundo mejor. No obstante, sabemos que, en México, más que celebrar, hemos de conmemorar: todavía el camino de lucha es largo para alcanzar una vida libre de violencia para las mujeres de nuestro país. En México, diariamente las mujeres son asesinadas y desaparecidas sin obtener justicia para ellas ni sus familias. Es por eso que cada 8 de marzo las mexicanas salimos a marchar a las calles para recordar al Estado y a la sociedad que seguimos trabajando por dignificar nuestras vidas dentro de todos los espacios cotidianos: las fábricas, oficinas, la casa, las calles, la escuela.

En este sentido, las universitarias hemos sido punta de lanza en la exigencia de la igualdad y el disfrute pleno de los derechos dentro de las aulas, cada año miles de universitarias se suman a las marchas del 8M. Y las universitarias de la UNAM no son la excepción: las estudiantas, trabajadoras y académicas de esta máxima casa de estudios han sido pioneras en el trabajo diario en favor de las mujeres que nos faltan, que están y que estarán.

Este año, la pandemia limitará nuestra presencia en las calles, pero seguiremos caminando juntas, alzando la voz desde donde estemos, tendiendo lazos de sororidad y trabajando codo a codo para alcanzar la justicia restaurativa y la igualdad de género.

“El feminismo es una forma de vivir individualmente, y de luchar colectivamente” Simone de Beauvoir

#NosotrasPorLaIgualdad

 

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