Kate Millet, feminista radical <3
Por Vianey Mejía (FFyL)
Kate Millet nació en Minnesota EUA, misma ciudad donde estudiaría su licenciatura en Lengua Inglesa; fue ahí donde despertó su pasión por la escritura, con la que nos daría algunos años después su magnífica obra Política sexual. Con un doctorado por la Universidad de Oxford, Kate también incursionó en la escultura, en la docencia y, desde luego, en el activismo feminista.
Sus primeros pasos en el activismo se dan cuando se adhiere a NOW (National Organization of Women) en 1966, organización feminista creada por Betty Friedan, que peleaba por la igualdad económica, educativa y civil.
Si bien, este hito marcaría la unión entre teoría y praxis que luego predicaría Millet junto con sus compañeras inscritas en el feminismo radical, intereses más específicos la hacen unirse al New York Radical Women, fundado en 1967 por Pam Allen y Shulamith Firestone.
Feminismo radical: yendo a las raíces de la injusticia
Una de las particularidades del feminismo radical es que pretendía desenmascarar las relaciones de poder existentes en los vínculos próximos de las mujeres, no sólo aquellas que se dan en la esfera pública.
Es decir, si bien era fundamental contar con derecho al voto y a la educación, también se tenían que modificar las maneras en las que se trata a la mujer en lo privado: ¿Quién lava los platos en casa? ¿Quién decide sobre el presupuesto familiar? ¿Se nos trata de igual manera que a los hombres en el salón de clases?
Por ello, en 1969 Carol Hanisch escribe que “lo personal es político”: lo que pasa dentro de las 4 paredes de nuestra casa, trabajo, escuela, tiene repercusiones en toda la sociedad.
Las feministas radicales se dieron cuenta de que se debe politizar nuestra experiencia personal, pues aquello que me pasa a mí le pasa a la vecina, a la profesora, a la barrendera, a la médica. Todas hemos vivido violencia por el hecho de pertenecer al sexo femenino: todas hemos sido acosadas sexualmente, todas hemos sido menospreciadas en nuestros trabajos por ser mujeres.
Estas vivencias no son algo que se deba resolver de manera individual, pues responden a las dinámicas del patriarcado: un orden donde el sexo masculino somete al otro, al segundo sexo, como diría Beauvoir, una de las infuencias más profundas en el trabajo teórico de Kate Millet.
Para que las mujeres pudieran reflexionar sobre este tipo de cuestiones se abrieron círculos de auto-conciencia, en donde las mujeres podían compartir sus experiencias íntimas y cotidianas dentro un espacio seguro. ¿A que no sabías que estas prácticas de pedagogía feminista vienen del feminismo radical?
Crítica al currículum androcentrista y utopía.
En 1967 publicó Token Learning, un pequeño texto que criticaba los planes de estudio segregados por sexo y la carencia de autoras, profesoras y técnicas dentro de las universidades. Estas ideas las sublima en su tesis doctoral Política sexual (1970), donde realiza un análisis de la literatura masculina, misma que normaliza las violencias machistas, la sexualización y la sumisión de las mujeres.
Así como una crítica a la “izquierda” que supuestamente busca igualdad pero abandona a las mujeres, impidiendo su liderazgo y rezagando sus problemas a banalidades. Las feministas radicales subrayaron el hecho de que los “revolucionarios de izquierda” decían buscar justicia, no obstante, seguían ejerciendo el papel de verdugo en las relaciones amorosas con mujeres: “el amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas”, decía Kate parafraseando a Marx.
Política sexual, la tesis doctoral más vendida a la fecha, además propone que el género se use como una categoría de análisis semejante a la “clase” y a la “raza”, a través de la cual se convierte a las mujeres en ciudadanas de segunda categoría, oprimidas, fuera de la cultura y la toma de decisiones.
Un año después de que sale a la luz Política sexual, inicia su proyecto Women’s Art Colony Farm: una granja para mujeres escritoras y artistas. Una especie de comuna, sin el machismo de la New Left, que consiguió a través de ir comprando y restaurando viejos edificios en Nueva York.
Desafortunadamente el embate capitalista y machista fue encontrando maneras de reconfigurarse, desechando poco a poco las ideas de las brillantes feministas que nos precedieron.
En un escrito de vejez, ¿Somos las mujeres incapaces de honrar nuestra propia historia?, Kate Millet nos anima a no ser ingratas con las mujeres que nos abrieron camino: reconocer sus logros, sus luchas, sus resistencias, nos llevará a tener presente una genealogía feminista que nos hará más libres.
“Elizabeth está muerta ahora y yo debo vivir para contar la historia, esperando decirle a otra generación algo que quisiera que sepan sobre la larga lucha de la liberación de la mujer […]. [Q]ue el cambio social no llega fácil, que las pioneras pagan un precio alto y una soledad innecesaria por aquello que sus sucesoras toman por hecho. ¿Por qué las mujeres parecen particularmente incapaces de observar y honrar su propia historia? ¿Qué vergüenza secreta nos hacen tan obtusas? Ahora tenemos una laguna entre la comprensión de una generación y la siguiente, y hemos perdido mucho de nuestro sentido de continuidad y camaradería.”
Kate Millet fallece apenas en 2017, pero su legado, más vivo que nunca, inició una llamita de praxis feminista dentro de nuestra universidad.
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