Fotos y video: 
Coyolxauhqui Sánchez (FCPyS) 
y Xánath Rodríguez (FAD)
Texto: 
Vianey Mejía (FFyL)

En México salimos a las calles este 8 de marzo pese a la pandemia por Covid-19, porque no estamos todas, porque algunas estamos sobreviviendo y porque todas luchamos a diario por erradicar la violencia que vivimos a causa de ser mujeres.

Las manifestaciones del “8M” extienden sus raíces hasta 1853 cuando las obreras textiles de Estados Unidos se unieron para marchar por primera vez y exigir derechos laborales.

Asimismo, el 19 de marzo de 1911, cuando se celebró en Europa el primer Día Internacional de la Mujer, fue mediante mítines callejeros: son casi 170 años de constancia en el que las mujeres no han claudicado en buscar justicia para todas.

Cuando las mujeres empezaron a cubrirse el rostro para acudir a las marchas fueron criticadas.

Tenemos que considerar que las cifras de agresión y violencia hacia las mujeres son alarmantes en nuestro país y que el pensamiento machista sigue imperando, gran parte de la población continúa con actitudes de hostilidad hacia las mujeres que se manifiestan.

Es perfectamente comprensible que las mujeres que van a levantar la voz el 8M resguarden su identidad y, con ello, su integridad.

No obstante, hay un significado más profundo: la difuminación de la identidad para significar que aquella que sale, grita y exige no es una particular: somos todas.

La ternura es revolucionaria. Marchamos a lado de la compañera, la cuidamos, la tomamos de la mano, le decimos que no está sola.

¡Las niñas y las compañeras no-humanas también marchan!

La violencia contra las mujeres impacta de manera dramática a la comunidad en general y a su dignidad en particular.

Únete desde tu trinchera, denuncia al abusador, corta lazos con el encubridor, apoya a quienes rompen el silencio, protege a las niñas, exige que se cumpla la ley.

Y cuando dudes, recuerda esta consigna: “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.