Homoerotismo pedagógico

Fuente: Gaceta Aragón

Por Corina NM

La base de la civilización occidental se sustenta en los ideales griegos, en su filosofía, matemáticas, literatura, arquitectura, astronomía, etcétera; pero un aspecto que no lograría perpetuarse en el presente es el de la cultura sexual. Es necesario entender la sexualidad en la Grecia antigua desde su propio contexto, y olvidarse de los modelos actuales sobre el sexo.

Es así como un hombre podía tener por amante a un muchacho, pero eso no le impedía disfrutar de su esposa o alguna mujer del prostíbulo; en las fiestas dedicadas a Dionisio, la sexualidad se llevaba a cúspide y tenían lugar las orgías, donde tanto hombres como mujeres disfrutaban del placer sexual sin importar de dónde provenía, y en la vida cotidiana el homoerotismo[1] era una práctica pedagógica.

En este sentido, entra a escena el gran personaje de la filosofía griega: Sócrates, y sus discusiones sobre el Eros tanto en El Banquete, como en Fedro de Platón, los cuales tienen como marco de referencia la relación homoerótica habitual en la élite intelectual ateniense. Según los códigos de esta un hombre mayor y experimentado (normalmente de barba) era considerado el amante (erastés) quien cortejaba al amado (erómenos), un jovencito bello y talentoso, es decir, un paidiká (“niño”, cuyo significado literal sería “cosas propias de un niño”, utilizado con el sentido singular de “querido”); el amado no era en realidad un niño sino un “adolescente” (meirakískos) al que no le ha crecido la barba y cede o no a los pedidos de su amante por gratitud o admiración.

A cambio de favores sexuales del jovencito, el amante ofrecía su guía para alcanzar un valor ideal, la areté, es decir, la excelencia, la superioridad humana, lo noble. Es la compañía de un hombre experimentado (el maestro) lo que conducirá al joven a la vida social madura. Como método de enseñanza, la pederastia se basa en la emulación, mediante el fortalecimiento, tanto en el erastés como en el erómenos, del amor a la gloria y el deseo por alcanzar la perfección. La educación proporcionada al erómenos no era tanto un conjunto de enseñanzas como una serie de cuidados brindados por el adulto al muchacho, y este responde al amor mostrándose digno de él. Por tanto, la educación recibida por el joven era una educación moral, por la cual adquiría un carácter y una personalidad adecuados para su futuro papel de ciudadano.

Podemos concluir, tal y como señala Ana María Fernández:

“Solo el amor puede dar impulso al deseo de enseñar, y, correlativamente, al deseo de saber. Entre amar y enseñar no hay originariamente ninguna separación infranqueable. El demonio de Sócrates es Eros, al que Platón en El Banquete representa con un ser intermedio (daimon). Ese amor a la enseñanza, según Sócrates, no aporta al discípulo ningún saber ya formado: lo que da es algo que el amante no posee, la posibilidad para el otro de descubrir y desarrollar a partir de sí mismo lo que ya poseía oculto en sí, he ahí el objetivo primario de una enseñanza que solo la relación amatoria puede desarrollar”.

[1] Cuando se emplea la palabra “homoerotismo” se alude a la posibilidad que tienen ciertos sujetos de sentir diversos tipos de atracción erótica o de relacionarse físicamente de diversas maneras con otros del mismo sexo biológico. Referencias