Distancia es sustantivo femenino, así que no nos va a separar, nos va a unificar. Ese es el espíritu del Contingente Violeta y Oro, un proyecto con el que la Coordinación para la Igualdad de Género convocó a la comunidad para compartir sonidos de nuestras luchas diarias, mismas que se magnifican cada 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer

El sonido es una fuerza. Nos rodea, nos atraviesa y nos conecta. Es invisible e insondable, pero no se necesita un acto de fe para creer en él ni para navegar por sus ondas. Nos dejamos llevar porque no podemos parar de escuchar y, también, porque somos parte del paisaje sonoro global.

Ese paisaje no es permanente, es susceptible al cambio. Puede pasar de la cacofonía a la eufonía y eso, compañeras, se puede extender a la transformación de nuestras vidas. Nos han llevado al extremo de sentir que los días no son nuestros, porque cada uno es una lucha por cristalizar un logro supremo: sobrevivir. Luchamos con el cuerpo, con el alma, con la mente… hoy, con el sonido.

Queremos un mundo más armónico en todos los frentes, no solamente el sónico. Y si para ello hay que gritar: ¡gritamos! También conversamos, cantamos, rapeamos, recitamos… Los verbos sonoros ya son sororos, y los vamos a recuperar en un esfuerzo por marchar y hacernos escuchar, aún en este confinamiento.

Distancia es sustantivo femenino, así que no nos va a separar, nos va a unificar. Ese es el espíritu del Contingente Violeta y Oro, un proyecto con el que la Coordinación para la Igualdad de Género convocó a la comunidad para compartir sonidos de nuestras luchas diarias, mismas que se magnifican cada 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer.

Como todo en el historial del feminismo, cuadrar la fecha ha implicado esfuerzo, sacrificio, serenidad y lucha sin cuartel a la vista. Es por eso que significa tanto para nosotras; es por eso que se ha convertido en la cornucopia de nuestras emociones en su estado más puro (no solamente el hartazgo, el dolor y la rabia, también la sororidad).

El Contingente Violeta y Oro fue una ocasión para expresarnos a través del audio (desde dondequiera que estuviéramos) el pasado 8 de marzo. Recibimos cánticos, consignas, mensajes, lecturas, testimonios, música y paisajes sonoros.

El montaje final está publicado en los canales digitales de la CIGU y es un testimonio de nuestra lucha. Hoy, forma parte del paisaje sonoro global. Ese que es susceptible al cambio y a la eufonía. Sabemos que los gritos y los cacerolazos incomodan, pero es precisamente por eso que transforman y que pueden contribuir a la afinación del mundo.

 

Publicado en Gaceta UNAM.