De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2019, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las mujeres dedican en los hogares el 67 % del total de su tiempo al trabajo no remunerado, lo que incluye labores domésticas y de cuidado; en comparación, los hombres apenas 28 %.
En el contexto del 29 de octubre, Día de los Cuidados y del Apoyo, y de los 16 días de activismo por el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, organizó el ciclo de conferencias “Cuidar, un trabajo necesario para la vida”, coordinado por la especialista Edith Ortiz Romero, técnica académica del CIEG.
La primera conferencia del ciclo, “Estrategias de cuidados familiares y comunitarios de jefas de familia trabajadoras agrícolas asentadas en Sinaloa”, fue impartida por Leonor Tereso Ramírez, doctora en Trabajo Social con enfoque en Estudios de Género por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Durante la presentación del evento, Edith Ortiz, especialista del CIEG, resaltó la necesidad de entender el cuidado no sólo como el que se da a otras personas, sino también como el derecho a recibir cuidados y al autocuidado.
Los cuidados comprenden todas las acciones que se realizan para mantener y ayudar a otras personas en el desarrollo de su vida. La población que más los requiere son personas menores de edad, adultas mayores o con alguna discapacidad. Históricamente, han sido proveídos por mujeres, ya sea como madres, esposas o hijas. De esta manera, esas labores resultan el principal ejemplo de la desigualdad de género.
Ramírez se concentró en las consecuencias de esta disparidad en trabajadoras agrícolas jefas de familia en Sinaloa. En cuanto a la incorporación al trabajo agrícola, las mujeres ingresan a ese espacio laboral de manera más desfavorable que los hombres, pues las interceptan las labores de cuidado en su jornada laboral sí remunerada.
En un primer momento, cuidan a hijas e hijos, pero también a otros familiares, ya que en sitios de Sinaloa hay poblaciones asentadas desde los años 80; es decir, personas adultas mayores que necesitan de cuidados que recaen en ellas. Al tener la oportunidad de trabajo remunerado, ellas negocian la posibilidad de ingresar con sus hijos o hijas a los campos ante la ausencia de personas que suplan esta labor.
El tránsito entre lo laboral remunerado y el trabajo de cuidados tiene como consecuencia una ausencia de autocuidado en las propias mujeres. Al no tener tiempo libre, dejan pasar el cuidado de su salud, a pesar de estar en constante contacto con agroquímicos. Además, este cuidado de la salud tampoco es proporcionado por quienes las contratan. Esta serie de descuidos llevará, eventualmente, al desarrollo de enfermedades o condiciones de salud.
En su quehacer, señaló Tereso, las jefas de familia se hacen de redes comunitarias sostenidas por mujeres, ahí mismo tejen otras dinámicas como el intercambio o la venta, los cuáles funcionan también como herramientas para seguir sosteniendo la labor de cuidados.
Desafíos
La segunda conferencia del ciclo, impartida por Leticia Huerta Benze, socióloga por la Universidad Autónoma de Nuevo León y becaria posdoctoral del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, se centró en la serie de retos que tienen las personas que se dedican al cuidado.
La crisis de cuidados por la que atraviesa la población, explicó, tiene que ver con procesos demográficos acelerados en los que hay mayor incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo, así como un envejecimiento más rápido y un desbalance en la provisión de servicios de salud y de educación por parte de instituciones gubernamentales. En consecuencia, esta serie de factores resulta en un aumento en el número de personas dependientes.
Al momento, tanto en México como en la mayoría del mundo, no hay un sistema de cuidados que asegure el mantenimiento de la población. En México, a finales de 2020, la Cámara de Diputados aprobó la reforma constitucional que garantiza el derecho al cuidado digno, lo que ha impulsado un Sistema Nacional de Cuidados que aún se encuentra en construcción.
Como principales desafíos, Huerta Benze señaló el largo proceso que conlleva la redistribución de tareas en familias con condiciones y costumbres arraigadas, la accesibilidad a servicios que garanticen el ejercicio de los cuidados, así como la solvencia económica de los mismos.
Además, concluyó, la creación de políticas públicas de cuidado requiere de un análisis minucioso de la serie de condiciones diferentes que cada persona y familia tienen. “Cada una es única, el paciente es único, la persona que provee los cuidados es única. Entonces, ¿cómo diseñar políticas para esa gran diversidad que hay?”.
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