Los que dan ese servicio deben estar en condiciones óptimas
«¿Y quién cuida a los cuidadores? Claves para evitar su agotamiento…»
Fuente: Gaceta UNAM Mar 3, 2025
Es preciso generar conciencia sobre dicho problema para no tener dos pacientes en casa: Leticia Ascencio, de la Facultad de Psicología
Por: Fabiola Méndez
El trabajo de cuidado resulta esencial para el desarrollo de las sociedades. Es una necesidad universal e implica actividades que buscan mejorar la calidad de vida de alguien más, tanto en lo físico y económico, como en lo psicológico. Un cuidador es una persona que aporta y ayuda a la cotidianidad de otra, que es dependiente. Su labor puede ser temporal o permanente.
Sin embargo, estar cerca de individuos que requieren atención especial (gente mayor, adolescentes o infancias) es agotador, ya que quien está a su cargo realiza funciones muy variadas, algunas más sencillas que otras, ya sea desde el punto de vista físico (bañarlo, alimentarlo, cambiarlo o transportarlo) o emocional (acompañarlo y transmitirle cariño). Como cualquiera, ellos también se cansan y, a veces, llegan al extremo de tener una funcionalidad alterada todo el tiempo.
“Llegan a un punto en que quieren ‘tirar la toalla’, ya no brindan el cuidado con afecto, atención y paciencia, y se ponen más irritables. Se enojan ante los cuidados o demandas que tiene el paciente, se sienten más tensos y empiezan a enfermarse más de lo debido”, explicó Leticia Ascencio Huertas, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
A decir de la especialista, dichos síntomas son una alerta de que se padece Síndrome de Sobrecarga del Cuidador, el cual representa un riesgo para la salud, pues con frecuencia quienes se dedican a esto pueden enfermar, incluso, de formas más complejas que el propio paciente.
Esa sobrecarga se genera por la suma de factores estresantes: el deber de cuidar, el impacto económico o el aislamiento social. “Es importante atender y brindar la atención oportuna, ya que tanta responsabilidad tiene demandas específicas que incrementan el malestar físico y emocional”.
En ese contexto, el cuidador primario debe monitorear constantemente si ya comió, si duerme bien o si empieza a sentirse triste, ansioso, aislado de su familia o si ha dejado de disfrutar cosas u actividades. Asimismo, la académica de la FP destacó que, al ser en su mayoría gente madura la que realiza este trabajo, es preciso estar atento ante enfermedades como hipertensión arterial o complicaciones de diabetes (muy frecuentes en México). “Los dolores musculares, en espalda y piernas, o complicaciones específicas, son señal de que algo no anda bien”, afirmó.

Situación en México
De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados 2022, hay 58.3 millones de mexicanos y mexicanas susceptibles de recibir este tipo de atención. La cifra se conforma por gente con discapacidad o dependiente; población infantil (0 a 5 años); infancias y adolescencias (5 a 17 años), y adulteces mayores (60 años o más). Del total, el 64.5 % de los pacientes los recibe por parte de una persona de su hogar o de otra casa.
En 2022, 31.7 millones de mayores de 15 años realizaron trabajos de cuidado. De esta población, el 75.1 % fue femenina. El documento detalla que las mujeres que son cuidadoras principales dedicaron, en promedio, 38.9 horas a la semana a esta labor, y los hombres, 30.6.
Según Leticia Ascencio, en muchas ocasiones el cuidador primario no elige serlo, es designado por diversas razones. “Es quien está en casa, quien no trabaja, a quien por ser mujer se le delegan estas tareas o la más pequeña de la familia, por el hecho de no estar casada. Son una serie de características las que señalan a quien será el o la responsable”.
Es importante que, para evitar la sobrecarga del cuidador, se integre o se amplíe una red de apoyo social y familiar que auxilie en otras funciones, ya que esta persona no sólo está a cargo del cuidado directo, sino de agendar citas con el hospital, comprar medicinas y de otros menesteres que bien pueden distribuirse para hacer más llevadera dicha labor.
Ocasionalmente, hasta visitar al paciente ayuda, “pero no sólo para verlo y platicar con él o ella, sino para decirle a quien está cuidando: ‘no te preocupes, yo me encargo de mi ser querido, lo atiendo, le doy de comer y le administro sus medicamentos mientras tú te vas al cine, charlas con alguien o incluso duermes un poco’”, explicó la académica.
En ese contexto, es vital que quien proporciona cuidados se dé cuenta de que debe estar en condiciones físicas y emocionales óptimas para realizar su trabajo. “Hay que generar conciencia para no tener dos pacientes en casa, porque cuando se descuidan, ellos son los que presentan más complicaciones. Ha sucedido que, en ocasiones, fallece antes el cuidador primario que el paciente, sobre todo, cuando existen situaciones de salud de larga evolución, que sería el caso de las demencias o el retraso mental”.
Momento de buscar ayuda
Es importante poner atención en la salud mental y, al experimentar alguna de las alertas arriba mencionadas, buscar ayuda. Según Leticia Ascencio, se puede solicitar apoyo por teléfono, y no sólo para hablar de lo que se siente, con algún amigo o familiar.
Para ello, están las líneas de asistencia profesional en Locatel o la de apoyo psicológico de la FP (55 5025 0855), y también hay centros de salud cercanos donde se da atención psicológica, psiquiátrica o se realiza referencia médica, si se requiere, para atender al cuidador principal.
Y, sobre todo, consideró la académica, es preciso derribar mitos alrededor de que se está abandonando al familiar si se prioriza el cuidado al cuidador. “Siempre tienen prioridad por la atención que dan a un ser querido, pero para ofrecer un mejor cuidado y más completo, incluso con una capacitación, lo mejor es evitar este síndrome de sobrecarga”.
Un caso real
Ana Bertha Martínez es ama de casa, comerciante, madre de tres hijos y cuidadora. Todos los días se levanta de madrugada para comenzar su jornada laboral. Se dedica a vender desayunos en un puesto ambulante en Huixquilucan, Estado de México.
Diariamente prepara sus productos para ofrecerlos entre los comerciantes de un rastro cercano a su domicilio. Tiene que aprovechar el tiempo, debido a que después debe regresar a casa para alistar a su hijo menor, José –o Pepe, como le gusta que lo llamen–, y llevarlo a la escuela.
Ana da asistencia permanente a Pepe, quien vive con síndrome de Coffin-Siris, una enfermedad rara que limita su movilidad y desarrollo. Ella es parte de las 31.7 millones de personas que realizan trabajo de cuidado sobre el que señaló: “Llega el momento en que el desgaste físico y emocional es mucho”.
Recuerda que, cuando José tenía poco de nacido, fue intervenido en varias ocasiones y que ella pasaba día y noche en el hospital sin dormir bien, bañarse o comer. “Quería que lo operaran ya para llevármelo a casa”, detalló. Todo esto lo hizo sola y, aunque tenía apoyo de familiares para el cuidado de sus hijos mayores, con el menor no fue igual.
“Entiendo que su papá tenía que trabajar, pero ¿por qué no, cuando descansaba, venía? Yo hubiera podido ir a casa a ver a mis otros hijos o a ducharme”. En ese contexto, para quienes brindan cuidados, como Ana, el descanso no es opción. “No tengo tiempo de enfermarme, yo quisiera descansar, pero no se puede porque un día sin vender es uno sin ingresos, y es lo único que tengo para sacar adelante a mi familia”.
Sin embargo, sabe de la importancia de priorizar el cuidado propio. “Nadie va a cuidar a Pepe; si yo estoy bien, mis niños van a estar bien”, finalizó.
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