Es delito ser mujer y tener talento: María Izquierdo

Por Vianey Mejía (FFyL)

“Es delito ser mujer y tener talento”, decía María Izquierdo, quien nació el 30 de octubre de 1902, en San Juan de los Lagos, Jalisco. Su vida estaría estrechamente ligada a su arte, que sería su espejo, su consuelo y su mundo. Los caballos, esos que Artaud diría lograron plasmar “el caballo universal”, serían un tema constante a lo largo de su obra pictórica, a raíz de un atropellamiento que sufrió de niña por ellos.

A los 14 años deja de ser María Izquierdo para la sociedad: sus padres deciden casarla con un hombre mayor que ella, militar, y aunque hasta cierto punto buen esposo, comprensivo, y que le dio la libertad de estudiar arte para así convertirse en una de las más brillantes pintoras del mundo, María, ahora de Posadas, se separaría de él ya con 3 hijos para recuperar su nombre y su identidad.

Durante este periodo de su vida, mientras pintaba en la azotea de su casa para poder cuidar de sus hijos, sus  obras fueron más bien un reflejo de su cotidianidad: autorretratos, retratos de su familia, escenas hogareñas.

Ya divorciada, conoce a Rufino Tamayo en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Él era su profesor, pero pronto se convirtió en su amante, y su compañero creativo por varios años.

En esta etapa, una María enamorada y dueña de su libertad, descubre un mundo de ensueño que la llevó a pintar cada vez más con elementos oníricos. Su estilo influenciado por Tamayo, pero profundamente suyo, se acerca entonces al surrealismo pero con claros tintes indigenistas mexicanos.

Aunque ella pretendía hacer arte alejada de la corriente muralista imperante, por considerarla estereotipada respecto a lo mexicano y lo indígena, sus cuadros buscaban un reflejo universal del alma humana viviendo en un país como México.

Esto le valió la simpatía y reconocimiento del poeta Antonin Artaud, quien incluso llevó sus obras a París al considerarla “la única pintora que retrataba el auténtico arte mexicano”.

Luego de años de relación, Tamayo rompe el corazón de María Izquierdo, da por terminado su vínculo y se casa con alguien más. Este hecho impacta visiblemente el estilo de Izquierdo. Para este periodo sus obras reflejaron su dolor y sentimiento de soledad, sin embargo, consolidó su identidad como artista. 

Poco después, María Izquierdo se casa con un estafador que la dejó llena de deudas, pero que también promovió su obra entre diplomáticos. Así, María Izquierdo es contratada en 1945 por el entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez para hacer un mural que reflejara la evolución y progreso de la Ciudad de México afuera del Palacio del Ayuntamiento.

No obstante, y ya con todos los preparativos listos, el contrato se cancela a petición de los muralistas Siqueiros, Orozco y Rivera. Éste, que anteriormente alababa de manera pública la obra de Izquierdo dijo que María “no tenía la experiencia ni la capacidad para realizar una obra de tal envergadura”. Pese a sus intentos María no pudo cambiar esta decisión. Tuvo qué renunciar al proyecto que la convertiría en la primera mujer en realizar un mural en un edificio público del país.

Dos años después, concibe uno de sus cuadros más famosos y “escalofriantes”: Sueño y presentimiento. Este cuadro ha sido descrito por  muchos como una oscura premonición de los ataques que terminarían por inmovilizarle el cuerpo completo.

María fallece un 2 de diciembre de 1955. Deja una obra inconclusa: Caballitos. El paisaje de la pintura ya acabado, rodea las figuras de aquellos que la acompañaron desde el inicio de su vida artística hasta el día de su partida. Como si los caballitos se fugaran del lienzo con ella hasta el otro mundo.