En los últimos 50 años, en la UNAM se han reconocido diversos feminismos, destacando especialmente el comunitario, inclusivo, interseccional y activista, que ha logrado posicionar en la agenda la necesidad de prevenir la violencia de género contra las mujeres, las niñas y las disidencias sexogenéricas.

Los feminismos universitarios han impulsado la creación de políticas de igualdad sustantiva y educativa, orientadas hacia una verdadera transversalización de la perspectiva de género en todos los espacios y niveles de la máxima casa de estudios, así como el diálogo con las juventudes.

Aunque se han dado pasos relevantes, falta mucho por hacer para consolidar los feminismos universitarios, como movimientos sociales diversos y espacios de práctica para una ética feminista.

Este análisis surgió luego de la realización del conversatorio “A 50 años del 8M, ¿dónde estamos?”, en el marco de las actividades por el Día Internacional de las Mujeres, que se conmemora anualmente cada 8 de marzo y continúa durante todo el mes en la UNAM.

El encuentro, organizado por la Secretaría Académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, se realizó en el Auditorio Mario de la Cueva de la Torre II de Humanidades. Participaron las académicas Hortensia Moreno (CIEG), Lucía Núñez (CIEG), Leticia Cano (Escuela Nacional de Trabajo Social), Gabriela González Ortuño (Facultad de Filosofía y Letras) y Leticia Flores Farfán (coordinadora del Posgrado en Estudios de Género de la UNAM) como moderadora.

Reconocer privilegios para impugnarlos

Hortensia Moreno afirmó que el feminismo es un movimiento social ilustrado que busca luchar contra la desigualdad, un problema estructural que genera pobreza, escasez y violencias, y que no es natural.

En el contexto actual, no vislumbra cómo acabar con las brechas de desigualdad ante el avance de la ultraderecha y el pensamiento neoconservador. La profesora remató con sentido del humor: quien tenga la solución podría ser acreedora al premio Nobel.

Política inacabada

Lucía Núñez reconoció que la construcción de una política pública para evitar la violencia de género contra las mujeres está inacabada, pues aunque se visibilizan las violencias, aún no hay mecanismos legales realmente eficientes que las detengan y ayuden a aminorar el dolor. Siguen apareciendo. Por ejemplo, “requerimos que el acceso al aborto en México sea reconocido como un derecho legalizado para que sea una prestación social”.

Invitó a reflexionar continuamente sobre los feminismos como una práctica ética y no sólo como movimiento social, ya que en la Universidad Nacional, aunque ha habido avances importantes como la materia obligatoria de “Género, violencia y ética comunitaria”, se requieren más talleres de sensibilización para entender y encarnar los conceptos con ejemplos. La comunidad necesita comprender qué es la desigualdad y la violencia para mejorar las relaciones interpersonales y socio afectivas.

El reto de la transversalización

Leticia Cano resaltó que el activismo académico, inclusivo, interseccional y con conciencia crítica de la UNAM sigue vigente, ya que posiciona temas en la agenda universitaria y pública.

Añadió que en temas de prevención, la UNAM ha avanzado, así como en la política de igualdad sustantiva y educativa, pero todavía se tiene un reto pendiente: la transversalización real de la perspectiva de género, acotó. Por ello, “necesitamos revisar cómo estamos dialogando y acompañando a las juventudes que integran la comunidad universitaria, alrededor de 354 mil personas”.

¿Juventud de ultraderecha?

Finalmente, Gabriela González Ortuño, señaló que en la actualidad observamos una incorporación acelerada de las mujeres en los movimientos feministas y pidió atender y abrir espacios a los feminismos no institucionales que están dando la batalla.

Pero, al mismo tiempo, expuso una preocupación que observa: desde su perspectiva, existe la construcción de una subjetividad juvenil de ultraderecha la cual busca regresar a las masculinidades ancestrales y al modelo de mujer que cuida su casa y a sus hijxs sin necesidad de trabajar.