«Revisan la imagen de la vejez femenina en el siglo XIX»

En la literatura de la época la referencia a las mujeres ancianas es despectiva

Fuente: Gaceta UNAM Mar 11, 2024

Para los estudiosos del pasado, la vejez es la última etapa de la vida humana que ha recibido la atención de la historia, tanto por razones historiográficas, como por las dificultades heurísticas y metodológicas que este proceso representa para quienes se dedican a esta disciplina, consideró Guadalupe Cecilia Gómez-Aguado de Alba, docente del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE).

Al participar en el Ciclo Mujeres en los márgenes, organizado por la entidad universitaria, expuso que es complicado rastrear imágenes o documentos sobre la vejez, que aborden esta última etapa de la vida del ser humano. “Es un reto para los historiadores encontrar esa información, sobre todo en el siglo XIX y épocas anteriores, mientras que en el siglo XX se ha indagado más sobre la vejez”.

Otro problema para hacer historia de la vejez, de acuerdo con Simone de Beauvoir, pionera en el tratamiento de este tema, es que se trata de un proceso transhistórico, una etapa vital que trasciende las épocas y cuyo último destino es la muerte; por ello, “nos compete a todos este asunto que se asocia también a cambios irreversibles y desfavorables, con la declinación y el deterioro”.

En su exposición La imagen de la vejez femenina en el siglo XIX, la historiadora universitaria indicó que los temas sobre la vejez se han eludido, no se han considerado importantes precisamente por su asociación con la muerte. En cuanto a la historia del envejecimiento femenino, “debe señalarse que no se ha equiparado con el de los hombres, por ello también es importante analizar esto desde una perspectiva de género”.

Al indagar sobre las mujeres mayores, los investigadores se encuentran con un doble problema: la marginación histórica que han sufrido éstas y la invisibilidad histórica de las ancianas. “Podemos decir, sin ninguna duda, que las adultas mayores son mujeres en los márgenes de la sociedad, al menos desde el punto de vista de su ausencia en las fuentes documentales y de su escasa presencia en las fuentes literarias y pictográficas”, resaltó Gómez-Aguado.

Ante ello, planteó que una primera aproximación a este tema de estudio son las fuentes literarias y artísticas para conocer las actitudes decimonónicas con respecto a las mujeres viejas y las ideas que sobre ellas se difundieron, y cómo fueron representadas.

“Al utilizar la perspectiva de género para analizar estas imágenes, intentamos descubrir la forma en que se ha construido un discurso, sobre las adultas mayores, distinto al que se refiere a los varones; el lugar que se ha asignado a ellas en la sociedad es desde una perspectiva masculina, incluso en la vejez.”

Publicaciones

Por otra parte, mencionó que en literatura, El Periquillo sarniento (1816) es considerada la primera novela mexicana. El autor, José Joaquín Fernández de Lizardi, escribió: “no debían prestarse sus escritos a las viejas hipócritas, ni a la muchacha que se alquila, ni a las mozas que se corren, ni a las viejas que se afeitan”. Veremos en la literatura del siglo XIX, de manera común, la referencia a las mujeres ancianas, con narraciones despectivas.

Esta centuria también fue una época donde surgieron muchas publicaciones dirigidas a las mujeres como El irisPanorama de las señoritasPresente amistoso, en particular, el Semanario de las señoritas mexicanas dedicaría sus tareas periodísticas a la educación religiosa y moral, a la economía doméstica y a los elementos de las ciencias más usuales para ellas.

También anunciaron que la viuda, la célibe, la estéril y las ancianas encontrarán un recurso, quizá el único, para distraer sus penas y aminorar las aflicciones propias de su estado.

Por otra parte, comentó Guadalupe Gómez-Aguado que, de acuerdo con los relatos de Juan Bautista Morales en El gallo pitagórico (1845), una mujer de entre 35 y 40 años, que además fuera soltera, “ya se le consideraba sumamente vieja y se dedicaría a tratar de pescar a jóvenes incautos para comprometerlos a casarse con ella”.

Al finalizar el siglo XX las personas comenzaron a acudir a los estudios para ser retratadas, es una época en que se tomarían fotos para hacer tarjetas de visita, pero sólo de mujeres jóvenes y no de aquellas viejas. Hasta el siglo XX aparecerían las ancianas en fotografías de retratistas extranjeros que buscaban representar cómo eran entonces las mujeres en México, pero ya se tomaban fotos de las mayores, que eran muy demandadas en Estados Unidos para conocer cómo era la mujer, es decir, una representación de la etnicidad femenina.