Terapia Infantil
Fuente: Gaceta de la Facultad de Psicología
Investigado y elaborado por: Mtra. María Guadalupe Reynoso Rocha, Centro de Documentación “Dr. Rogelio Díaz Guerrero”. Edif. E. Planta Baja. 5556222245. cedoc.psicologia@unam.mx.
En las terapias infantiles, es indispensable involucrar la participación de las figuras de apego, sean padres, familiares, tutores o las personas encargadas de su cuidado, no sólo para responsabilizarse de replicar determinadas pautas en casa sino incluso para que sean los receptores de la intervención terapéutica. Algunos cuidadores, por ignorancia, por enfermedad u otra situación, pueden ser, directa o indirectamente la raíz de problemas, como: abuso, maltrato, negligencia, violencia doméstica etcétera. Es decir, pueden estar implicados en la patogénesis y en el mantenimiento del problema, por lo que es importante que se conviertan en los principales agentes de cambio, con nuevas pautas educativas, como pacientes, coterapeutas o responsables de guiar y educar al niño.
Si bien, existen trastornos de origen biológico, una relación paterno-filial adecuada y un apego seguro es una condición privilegiada para un desarrollo sano y para una buena salud mental. Una educación excesivamente autoritaria es tan equivocada como una excesivamente permisiva, o fluctuar entre una postura y otra puede producir problemas de conducta e infelicidad y trastornos mentales, especialmente conductuales como el negativista-desafiante e incluso progresar a delincuencia juvenil. La sobreprotección y la identificación, como la “fusión simbiótica patológica” constituyen un abuso emocional, que impide lograr una vida madura, responsable y socialmente integrada en la adultez.
Se requieren pautas claras para la disciplina infantil, y la gestión de estados de ánimo y paciencia; especialmente ante la resistencia de muchos niños para acatar ordenes, o en las manifestaciones de un temperamento difícil, o la conducta desadaptada. Una visión psicoeducativa permite un margen de intervención amplio, incluso en niños con síntomas de hiperactividad, impulsividad y desatención, con rasgos del espectro autista o con conductas desafiantes, quienes responden muy bien a los programas guiados por psicólogos; mediante una intervención cognitivo conductual y los modelos psicoeducativos, se puede regular la conducta del menor, facilitar el crecimiento personal, fomentar prácticas de autoayuda, mejorar las relaciones interpersonales, y constituir una eminente función preventiva.
El afrontamiento adaptativo y las leyes de la convivencia, es algo que el niño desde pequeño tiene que aprender. La conducta social, debe ser apropiada y funcional en su contexto, para lograr objetivos, superar obstáculos con soluciones creativas y socialmente adaptativas, negociando o postergando deseos, integrando conductas alternativas de manera significativa en un estilo de vida sano.
La intervención terapéutica debe ser sensible a la construcción de la identidad y la visión relacional considera que las conductas perturbadoras del niño son el resultado de la interacción dentro del sistema familiar, y no solo una cuestión de patología infantil. Por lo que es esencial analizar las dinámicas familiares y los procesos inconscientes que influyen en estas relaciones. Para el niño, es fundamental que su voz y sus necesidades sean escuchadas en la familia, para que tener un sentido de comunidad y desarrolle soluciones adaptativas.
Como los niños aprenden más por observación e imitación que por explicaciones, el adulto debe mantener una actitud amable, respetuosa y calmada. Evitando gritar, denigrar, amenazar con castigos, en lugar de consecuencias lógicas previamente establecidas, y aunque desagradables, se deben aplicar con actitud de respeto y en un tono cordial. La terapia infantil se basa en que el juego es una forma natural de expresión de los niños, aborda los desafíos emocionales y conductuales a través del juego. Algunos modelos, son: del desarrollo, adapta las intervenciones a las necesidades de cada etapa del desarrollo; la basada en el apego: se enfoca en fortalecer el vínculo entre padres e hijos y el apego seguro; la sensoriomotora: incorpora experiencias sensoriales para apoyar la regulación emocional y la comunicación; la cognitivo-conductual: para abordar problemas conductuales específicos.
Todos realizan las adaptaciones necesarias para crear un entorno que promueva el crecimiento, en una relación cálida y amistosa;donde se sienta la aceptación incondicional; la confianza para expresarse libremente; la comprensión y el respeto a la capacidad innata para resolver sus problemas a su propio ritmo y proceso; anclando la experiencia de la terapia de juego del niño al mundo de la realidad.
Referencia:
Oberst, U. Terapia infantil – ¿terapia de padres? Revista de Psicoterapia. 23 (90/91). p 175- 192. Facultat de Psicologia, Universitat Ramon Llul. Barcelona.
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