Tejiendo redes: El trabajo de las Personas Orientadoras Comunitarias (POC) en la atención y prevención de la violencia de género

Por: Sofia Escalona (FCPyS)

En el pasado Miércoles para la Igualdad de la Coordinación para la Igualdad de Género celebrado el 30 de octubre, Karla Amozurrutia, junto con Alejandra López, Rocio Valdés y Pablo Rosell, personas orientadoras comunitarias (POCs) de diversas identidades de la UNAM, subrayó el papel de las POCs como agentes de cambio esenciales en la prevención y atención de la violencia de género. Estas personas se encargan de escuchar activamente a sus comunidades y de hacer visible sus necesidades, cumpliendo el rol fundamental de ser el primer contacto ante casos de violencia de género.

La salud mental como derecho y no como un privilegio

Alejandra López, desde su experiencia como profesora y POC en la Facultad de Psicología, tiene claro que el acceso a la salud mental debe ser equitativo, universal y libre de estigma. Para ella, el bienestar emocional no es sólo una cuestión individual, sino una necesidad colectiva y un derecho humano que todas las personas deberían poder ejercer. 

Este enfoque busca romper con las barreras económicas, culturales y sociales que muchas veces dificultan la atención en salud mental, promoviendo así una cultura del autocuidado. Alejandra trabaja activamente en la organización de ferias de salud emocional en diversas facultades de la universidad, en las cuales se establecen módulos informativos y de orientación accesibles para estudiantes y personal docente. Estos módulos, lejos de limitarse a la atención psicológica hospitalaria, ofrecen información práctica, apoyo emocional y conexiones con profesionales de salud mental en consultas privadas y accesibles para quienes las necesiten. Más información en: http://www.dgsm.unam.mx/ferias-de-la-salud.html

 

Crear redes de autocuidado para la prevención de la violencia de género

Alejandra subraya que el autocuidado debe verse desde un enfoque amplio, que incluya el bienestar social, cognitivo y cultural de las personas. En este sentido, busca crear redes de autocuidado y apoyo comunitario, en las cuales la comunidad universitaria pueda identificar signos de violencia, desarrollar herramientas emocionales para enfrentarlos y establecer vínculos sólidos de respaldo. Asimismo, se han implementado acciones clave en la Facultad de Psicología y otras áreas universitarias, como la capacitación del personal docente, de manera que puedan detectar señales de alerta en estudiantes. 

Espacios Multigénero y de Cuidado: Atender las Necesidades de la Comunidad

Por otro lado, Rocío Valdés, trabajadora en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur y persona orientadora comunitaria (POC), compartió su experiencia en la creación de espacios inclusivos y seguros para estudiantes y personal docente, con un enfoque en la diversidad y el respeto a las necesidades de toda la comunidad. Desde su rol como orientadora, Rocío enfatizó la importancia de trabajar activamente en la creación de entornos que apoyen y promuevan la igualdad de género, y que sirvan como espacios de cuidado para cada persona.

Rocío mencionó que, para llevar a cabo este proyecto, ha trabajado de la mano con el estudiantado, recogiendo sus inquietudes y propuestas, también ha solicitado la orientación de la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU). Este trabajo colaborativo ha permitido que Rocío junto con más personas orientadoras comunitarias entiendan profundamente las demandas y necesidades de su comunidad, para lograr impulsar iniciativas que beneficien a todas las personas, desde el estudiantado hasta el personal docente y administrativo. Además de los baños neutros, se ha trabajado en otro aspecto fundamental del cuidado: la provisión de espacios y recursos para la gestión menstrual, abordando la necesidad de que estos recursos estén disponibles para todas las personas menstruantes, sin importar su identidad de género. 

Concientización y cuidado como responsabilidades compartidas

Pablo Rosell se ha convertido en una figura de apoyo y orientación para quienes necesitan un lugar seguro dentro de la universidad. Como él mismo mencionó, su responsabilidad como POC implica «concientizar sobre la igualdad sustantiva, que existe la violencia, que los espacios no son seguros y hacer comunidad para fortalecernos». Para él, el primer paso hacia la igualdad es la visibilización de las problemáticas que enfrentan las personas dentro y fuera del ámbito universitario, como la violencia de género y la falta de espacios de cuidado.

Con un fuerte enfoque en la formación de redes comunitarias de apoyo, Pablo impulsa la creación de ambientes donde el respeto y la seguridad sean principios fundamentales. A través de su trabajo en el Instituto de Matemáticas, organiza talleres de sensibilización y actividades de divulgación orientadas a la comunidad, especialmente dirigidas a infancias, fomenta la educación en temas de igualdad, respeto y empatía.

Para Pablo, el cuidado no es únicamente una responsabilidad de cada individuo, sino una obligación de la comunidad. En sus talleres y actividades, impulsa la idea de que el cuidado es una práctica colectiva, y que las infancias, jóvenes y personas adultas tienen el derecho de aprender a cuidarse mutuamente. Estos espacios permiten a las infancias universitarias desarrollar una conciencia más crítica y empática, para fortalecer el sentido de comunidad.

Desde luego, como hombre POC, tiene un rol esencial para desmitificar ideas sobre el cuidado y la igualdad. La violencia de género y la falta de respeto en espacios educativos no son temas que sólo afecten a una parte de la comunidad; son problemáticas que involucran a todas las personas. Por ello, Pablo siente un compromiso hacia la igualdad desde su perspectiva masculina, convirtiéndose en un ejemplo de corresponsabilidad y participación activa en la construcción de un entorno seguro.

El trabajo de Pablo se centra en desafiar los estereotipos de género que muchas veces limitan el alcance del cuidado a ciertos sectores. En su labor diaria, tanto en la academia como en la orientación, busca sensibilizar a sus colegas y estudiantes sobre la importancia de reconocer, combatir la violencia y la desigualdad. De esta forma, demuestra que los hombres pueden, y deben, involucrarse en temas de igualdad y cuidado, para tomar un rol activo y responsable en el bienestar de la comunidad.

Por último, el trabajo de las personas orientadoras comunitarias son un ejemplo del impacto positivo que pueden tener en la vida universitaria. Desde su rol, las POCs no sólo luchan por espacios seguros e inclusivos, sino que también contribuyen a una cultura universitaria, así cada individuo puede sentirse escuchadx, respetadx y cuidadx. Gracias a su esfuerzo, dedicación, perseverancia y cuidados, la UNAM avanza hacia un modelo de educación inclusiva, igualitaria y respetuosa hacia la diversidad hasta ser la base de la convivencia universitaria.

Para profundizar en el papel de las personas orientadoras comunitarias en la prevención y atención de la violencia de género, pueden ver el video completo en el siguiente enlace: Miércoles para la Igualdad: Las personas orientadoras comunitarias (POC) como agentes de cuidado.