«Las mujeres somos diversas, pero el patriarcado nos quiere iguales»
En promedio, las personas pasan entre seis y ocho horas socializando en espacios digitales, de ahí la importancia de hablar de violencia estética en dicho ámbito, señaló la maestra María de Jesús López Alcaide durante la conferencia Violencia estética y digital, realizada en la Sala de Juicios Orales de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán como parte de las jornadas 25N-UNAM Libre de Violencia hacia las Mujeres.
“Las mujeres somos diversas, pero el patriarcado nos quiere iguales”, advirtió la experta del Posgrado de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México al explicar que esa violencia dentro de los espacios digitales es causante de malestar en distintas áreas de la vida de las mujeres.
La violencia estética, puntualizó, provoca opresión y discriminación a las mujeres, al ser un sistema de prácticas y creencias basado en estándares de belleza inalcanzables y hegemónicos. En ese sentido, retomó a la teórica Naomi Wolf, quien describía en su obra El mito de la belleza que “ser bella” es un imperativo para las mujeres, en cambio, para los hombres, la belleza es bien de consumo y de placer.
López Alcaide consideró que la violencia estética es tan extrema que provoca que las mujeres la interioricen, que busquen encarnar estos mandatos para ser femeninas. “Nos venden que somos sujetos imperfectos que siempre pueden seguir mejorando”, dijo al mostrar ejemplos de procedimientos estéticos que existen para ellas, como rinomodelaciones, botox y perfilado mandibular.
La especialista describió que existen interseccionalidades, es decir, la violencia estética es machista, pues las exigencias de belleza están dirigidas a las mujeres; es racista, porque establece un modelo de belleza hegemónico relacionado con la “blanquitud” que excluye a mujeres afrodescendientes, indígenas, asiáticas y árabes.
Además, también es gerontofóbica, pues rechaza la vejez y llama a buscar siempre la juventud, incluso mediante procesos invasivos, los que irónicamente crítica si son notorios o considera que “salieron mal”, destacó.
La violencia estética también es gordofóbica, pues señala a las personas gordas como seres inferiores, lo cual es conveniente para industrias como la farmacéutica, celebrada por inventar el Ozempic, medicamento que permite bajar drásticamente de peso, aunque aún no hayan estudiado a fondo los efectos secundarios; o la industria de las dietas, que cada día publica nuevos tipos de regímenes alimenticios, describió la ponente.
De igual forma, evidenció que hay doble estándar, pues no juzga de la misma manera a los hombres gordos que a las mujeres gordas. La comida, dijo López Alcaide, es símbolo de valor social, se alimenta a quien se valora, por ello, restringir a alguien el alimento significa otorgarle el sentido de inferioridad social.
Por último, consideró que esta violencia es como sedante político: “¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo a ser feas?”, dijo la ponente al señalar todo el tiempo, los recursos y la salud mental que tendrían las mujeres si no tuvieran que estar preocupándose a cada momento por cómo se ven.
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