Fuente: Gaceta UNAM

Colectivo pide empatía hacia quienes tienen un familiar desaparecido

¿De qué sirve que encontremos cuerpos si no se identifican? El país vive una crisis forense, por ello se necesitan más especialistas en identificación y peritos. Necesitamos que la academia apoye porque estamos en una emergencia nacional”, proclama Angélica Rodríguez Monroy, fundadora de Regresando a Casa Morelos, AC.

Angélica busca a su hija Viridiana, estudiante de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), quien desapareció en agosto de 2012 cuando acampaba con su pareja en un poblado de San Pedro Tlanixco, en el Estado de México. El cuerpo y pertenencias de Beto fueron encontrados un mes después y de ella no se sabe nada desde entonces.

La vida de Angélica cambió radicalmente. Pidió permiso en su trabajo, una entidad bancaria, donde sólo la esperaron un mes. Al término de ese tiempo le pidieron tomar una decisión: regresar a trabajar o dedicarse a buscar a su hija. Vendió su automóvil y se cambió de domicilio para seguir buscando.

Los amigos de Viridiana se solidarizaron y ayudaron en la difusión de fotografías en redes sociales y organizaron marchas para pedir la cooperación de las autoridades de la UAEM y la sociedad para encontrar a la alumna.

En el proceso, Angélica tuvo la asesoría de un abogado, quien le aconsejó hacer visibles y mediáticos los casos para hacerlos del conocimiento de la sociedad y, sobre todo, del gobierno estatal. El abogado, quien también asesoraba a otras buscadoras, dejó los casos luego de ser amenazado.

A 10 años de búsqueda y de acompañar a otros familiares de desaparecidos, el colectivo cuenta con 30 integrantes en activo más otros elementos que siguen al grupo a distancia. En entrevista con Gaceta UNAM cuenta: “Los colectivos hemos tenido que prepararnos, hablar ya de leyes que nosotros pedimos que se hicieran por la necesidad, por la mala experiencia en este caminar, entonces, existen protocolos y los colectivos ya saben qué sigue en las primeras 12, 24 y 72 horas (de desaparición)”. Desde su experiencia, Angélica exhorta a construir políticas públicas para la prevención; que la sociedad esté consciente de lo que sucede y desde sus trincheras apoyen la causa.

Vivir con miedo

La hermana de Yadira Mercado Benítez, desapareció en 2012 al salir de la escuela, “se la llevaron unas personas”. La ausencia de Jessica trastocó a sus padres y hermanos, quienes fueron vigilados y amenazados de muerte si buscaban a la menor. La familia se fue separando poco a poco por miedo a perder a un integrante más; sin embargo, el papá buscó por su cuenta en algunos lugares de Jojutla, sin resultados.

La policía de su municipio les aconsejó no levantar denuncia porque “estaba muy fuerte la red de trata”. “Empiezas a vivir con miedo, a desconfiar de la gente”, afirma en entrevista con Gaceta UNAM.

Una amiga la animó a acercarse al colectivo pero tenía miedo, su esposo la animó a buscar esa posibilidad. “Empezamos por la Comisión de Búsqueda de Personas. A pesar de que habían pasado algunos años, parece como si hubiera sido ayer: levantar la denuncia para hacerlo formal, y en la entrevista fue revivir el momento y todo lo que pasó después, sus datos, señas particulares, todo. Enseguida me llevaron a la Fiscalía, y se hicieron las cosas que tuvimos que hacer desde un principio pero por miedo no habíamos hecho”.

A casi ocho años de desaparición, Jessica fue identificada y localizada en una de las fosas irregulares en la comunidad de Tetelcingo gracias al apoyo y al acompañamiento del colectivo.

En 2020, Yadira se unió al colectivo y retomó sus estudios en Pedagogía porque quiere hacer lo que su hermana ya no pudo. “Voy a aprender lo más que pueda para ayudar y me voy a preparar porque tengo una hija y vivo con miedo”, relata entre lágrimas. Afortunadamente cuenta con el apoyo de su esposo para seguir estudiando y ausentarse de casa cuando se une a la Brigada Nacional de Búsqueda para explorar en fosas clandestinas.

Finalmente, ambas buscadoras coinciden en pedir empatía hacia quienes tienen un familiar desaparecido y en no rendirse en su búsqueda, porque sí hay casos de éxito, aunque pocos, y porque “nuestros hijos, dónde estén, esperan regresar con sus seres queridos; ya no buscamos sólo a nuestros hijos sino a todos porque todos son nuestros hijos y nos hacen falta”.