Amparo Dávila: no es lo fantástico, sino lo hondo

Vianey Mejía (FFyL)

Amparo Dávila nos muestra que, escarbando un poco, las maravillas de lo cotidiano pueden embelesarnos más que cualquier relato fantasioso. Pues es nada menos que nuestra realidad la materia prima de los sueños.

Se le ha catalogado como escritora de lo fantástico. Aún en 2020 se leía lo siguiente en una página del Instituto Nacional de Bellas Artes: Amparo Dávila, pionera del cuento fantástico, y se hace un esbozo forzado de lo misterioso y de otro mundo que resultan sus cuentos. Sin embargo, en esa misma página es citada, sin tanto esmero o se habría comprendido mejor, y ella misma nos indica otra cosa: “No creo en la literatura hecha sólo a base de la inteligencia o la pura imaginación. Creo en la literatura vivencial, ya que esto, la vivencia, es lo que comunica a la obra la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, y hace que perdure en la memoria y en el sentimiento.”

En un abecedario suyo publicado por la revista Nexos, ella misma lo dice: 

La crítica literaria ubica a mi narrativa en el terreno de lo fantástico, pero en realidad no ocurre así. Lo que hago es manejar la realidad, mas para mí esa realidad tiene dos caras: la externa —que es lo que sucede cotidianamente y tiene una razón de ser, una lógica— y la interna —que suele ser oscura—. Esta última cara la manejo mucho y paso de una a la otra, muy cómodamente: de la lógica al absurdo. Muchos creen que es literatura fantástica y no, describo parte de la realidad porque hay situaciones que en verdad ocurren.”

Amparo invita a pensar hondo cuando una lee sus cuentos. Nos lleva por los senderos en los que se desdobla la mente con cada pequeña acción.

En su cuento “Árboles petrificados” podemos atestiguar una escena común: una mujer acostada en su cama.

Mas todo lo que ocurre en su interior desborda pasajes, sensaciones, mundos. Rememora a su amante y además lo proyecta a través del tiempo, del espacio, de sus cuerpos mismos.

Te invitamos a leerla, a adivinar por qué al final la añoranza imposible se reduce al absurdo de una muerte imaginada.

“Quisiera vivir este mismo instante mañana, en un día abierto para nosotros. Pienso en una ciudad donde pudiéramos caminar por las calles sin que nadie nos conociera ni nos saludara, estar tirados en una playa sola o vagar por el campo cogidos de la mano. Quisiera conocer contigo el mundo, quisiera entrar contigo en el sueño y despertar siempre a tu lado. Te miro fijamente, quiero aprenderte bien para cuando sólo quede tu recuerdo y tenga que descifrar lo que no me dices ahora. Una parte de mi vida, estos minutos, se van contigo. No sé decir las cosas que siento. Tal vez algún día te las escriba sentada frente a otra ventana. No sé tampoco hasta dónde soy feliz. Cada despedida es un estarse desangrando, un dolor que nos asesina lentamente. Estamos llenos de palabras y sentimientos, de un silencio que nos confina en nosotros mismos. Tal vez esta habitación nos queda demasiado grande o demasiado estrecha y por eso no sabemos qué hacer con nuestros cuerpos y las palabras. Miras el reloj. El tiempo es una daga suspendida sobre nuestra cabeza. Después vendrá la tarde vacía como esas cuando no estás conmigo, cuando nos separamos y nos falta la mitad del cuerpo…”

Cuento completo disponible aquí.