Fuente: UNAM Global

Para una mujer convertirse en madre puede ser un obstáculo en su desarrollo profesional. Regularmente no las toman en cuenta para los mejores puestos por considerarlas no aptas y cuando logran crecer es a costa de mucho esfuerzo a través de jornadas dobles o triples, dijo Alejandra Collado, del Centro de Investigaciones de Estudios de Género de la UNAM.

Así, surge el castigo laboral hacia las mamás relacionado con la “división sexual del trabajo”, en donde se plantean roles y estereotipos de género que socialmente determinan a qué puede dedicarse un hombre y una mujer y cuál es el lugar que ocupan cada uno en la estructura social y económica.

Esta situación se refleja en explotación laboral, acoso, hostigamiento, sueldos más bajos, pueden perder la posibilidad de desarrollarse en determinados puestos e incluso prepararse académicamente u operativamente para acceder a otros espacios laborales.

De acuerdo con esta división, las mujeres están en el área de la reproducción y el cuidado, es decir, en la esfera del hogar y el espacio privado. En cambio, los hombres se encuentran en el ámbito remunerado, el trabajo valorado y desarrollarse en el espacio público como es en empresas, la política o en puestos de poder.

Cuando el género femenino decide salir de ese orden surge la sanción social y viene el castigo que puede ser desde económico hasta simbólico.

De hecho, “esta división sexual del trabajo plantea que las mujeres sólo sirven para el hogar y no tienen el mismo valor que los hombres que tienen más experiencia en los puestos laborales bien pagados”.

La sociedad plantea que los espacios laborales no pertenecen a las mujeres, y cuando ellas intentan ocuparlos los hombres las hacen sentir como si los estuvieran invadiendo o robando.

¿Cómo las castigan?

A decir de Alejandra Collado, los castigos van desde el menosprecio del trabajo, sueldos más bajos, más trabas para ascender de puesto, acoso e incluso hostigamiento laboral. “Desafortunadamente para quienes estamos en el ámbito profesional de alguna manera nos ha tocado o conocemos a alguna mujer que lo ha vivido”.

Existe un estigma social acompañado por otros castigos simbólicos. Por ejemplo, las mamás trabajadoras son llamadas egoístas, poco amorosas, incapaces de ser buenas madres y tampoco son buenas trabajadoras.

Incluso, las personas se burlan de esta situación con chistes de “la mamá luchona”. Si tienen pareja resulta igual: “son mujeres que no valoran a su familia”, “si su pareja ya trabaja para qué quieren trabajar”, “¿por qué no les es suficiente? Finalmente, todo esto se reproduce en el ambiente laboral.

Pero si no trabajan les llaman “mantenidas” y si llegan a puestos altos, se burlan y afirman que se relacionó sexualmente con los jefes. “De cualquier manera siempre pugnamos por acercarnos a ciertos espacios y siempre habrá una sanción social”.

Aunque cada vez hay más mujeres que ocupan los espacios laborales, todavía existen las burlas, la descalificación, las calumnias, los sueldos bajos, e incluso se les desea un castigo o un mal para que “aprendan la lección”, que es “volver al lugar original al que pertenecen”.

La brecha salarial

En México existe una gran diferencia entre los salarios de los hombres y las mujeres, pero también entre aquellas que no son madres y las que sí lo son.

De acuerdo con un estudio realizado por el Colegio de México llamado “El efecto de la maternidad en el empleo y los salarios en México”, el sueldo de las mujeres con hijos es 40 por ciento menor que el de los hombres con hijos, explicó Alejandra Collado.

En el caso de las trabajadoras sin hijos contra las que sí tienen, la diferencia es del 25 por ciento más bajo, y si son madres solteras el salario baja un 8 por ciento más.

Cuando hombres y mujeres no tienen hijos, el empleo formal es del 70 por ciento para ambos. Después de que ellas dan a luz, su empleabilidad baja al 63 por ciento, en contraste con los papás éste sube en un 80 por ciento.

Cuando los hijos cumplen 6 años, la empleabilidad de los hombres aumenta al 84 por ciento, mientras que en las mujeres permanece en el 62 por ciento. Las mujeres que continúan trabajando decae al 24 por ciento.

En este aspecto, las sanciones sociales se aplican a las mujeres que no tienen apoyo para la crianza. Es decir, “la economía muchas veces no les da y aceptan las condiciones laborales que les ofrecen”.

Por ejemplo, aceptan salarios más bajos, y sin seguro médico porque no tienen otra fuente de ingresos ni otro apoyo.

En conclusión

Aunque las mujeres trabajen el doble o el triple, cuenten con redes de apoyo, ya sean económicas o del cuidado de los hijos, su trabajo sigue sin valorarse.

De hecho, si tienen la misma escolaridad y realizan la misma cantidad de trabajo, se manejan sueldos más bajos para el género femenino e incluso muchas veces no son contratadas.

Para ser contratadas, uno de los requisitos no es sólo no tener hijos, sino tampoco pareja. “Si tienes novio, es posible que al rato te cases y embaraces. Desde ese momento te niegan el acceso”.

 

Fuente: UNAM Global